En los años que llevo entrenando en el
ámbito deportivo de competición he podido ver muchas cosas pero ninguna más
nociva y negativa que el efecto que producen la mayoría de los padres sobre sus
hijos.
He visto de todo, corregirles (sin ser
técnicos), abroncarles, gritarles y hasta maltrato físico (empujón, colleja,...).
Es increíble hasta donde llega la obsesión de algunos (la mayoría de las veces
padres y no madres) por cumplir sueños propios a través de sus hijos/as.
He visto niños/as de diversas edades
sometidos a una presión que ni el mismo Nadal o Alonso podrían aguantar y eso
solo deriva en un posible final y no suele ser demasiado bueno: la destrucción
primero como deportista y después, en algunos casos, como persona.
Llega un punto que el pobre chico/a ya no sabe qué puede hacer, qué está bien y
qué está mal, y solo actúa para intentar agradar a su progenitor sin ya atender
a lo que debería ser su formación personal y profesional como deportista.
Lo peor de todo es que estos
Pseudo-padres no solo no se dan cuenta sino que están plenamente convencidos de
que “SU manera” es la manera correcta de actuar y suelen creerse en posesión de
la “verdad absoluta” sin a penas atender a razones, una lástima.
Esto es todavía más acentuado en países
del este por cultura y tradición. He trabajado en España con muchos jugadores
rusos, armenios, ucranianos,... y ahora que
estoy en tierras Azerbayanas he vuelto a comprobar el tipo de pedagogía destructiva
que gastan por aquí…
Sé que hay padres que tienen claro como
deben llevar la carrera de su hijo/a pero a aquellos que el entusiasmo y las ansias
de éxito les puede, les invito a que hagan una reflexión poniéndose en el lugar
de esas criaturas que apenas conocen nada de la vida real y ya se les pide que actúen
y piensen como adultos: hay que orientar y aconsejar no ordenar e imponer.